Las etiquetas que certifican o avalan procesos productivos de diversa índole, como la sostenibilidad, los derechos laborales, la transparencia, etc., empezaron a inicios de los años 90 por presiones de los mercados más exigentes y obviamente que pagan los mejores precios, como son los países de la Unión Europea.
La preocupación por el cambio climático, la contaminación, la emisión de gases de efecto invernadero, la deforestación y en el caso que nos compete, la sobreexplotación pesquera, son problemas que empezaron a presionar a las industrias, a los Gobiernos y a los compradores a tomar acciones a través de procesos de certificación o etiquetados, para crear conciencia en el público, instando a diferenciar unos productos de otros.
En el área de la pesca y la acuicultura, estos procesos fueron vistos al principio con cierto escepticismo por la mayoría de los productores, llámense armadores o pro-cesadores; sin embargo, más temprano que tarde, muchos se dieron cuenta de que entrar en esa línea iba pronto a dar frutos, marcando diferencias con otros que no respetan la naturaleza, incumplen la ley o atropellan derechos.
En países como el nuestro, en donde el respeto a la ley y a los derechos de los demás no ha sido precisamente lo que nos ha caracterizado, ha resultado de gran utilidad para los empresarios pesqueros serios y responsables incursionar en el área de las certificaciones.
En el sector acuícola, fincas de importantes grupos empresariales empezaron a certificarse con la etiqueta Aquaculture Ste-wardship Council (ASC) por el año 2015.
El sector atunero empezó hace cinco años el proyecto de mejoramiento pesquero (FIP por sus siglas en inglés) a través de la Fundación Tunacons, con cinco empresas (hoy son siete) en búsqueda de la certificación bajo el estándar de Marine Stewardship Council (MSC), esperando obtener para las próximas semanas la certificación para el atún aleta amarilla (Thunus Albacares) y poste-riormente en pocos meses para el atún ba-rrilete (Katsowunus Pelamis).
MSC que se ha consolidado como la etiqueta de mayor reputación en el mundo, solo en el caso del atún ha doblado el volumen de ventas de atún procesado de 50.000 t hace cinco años a 130.000 t en la actualidad. El total mundial del atún capturado bajo MSC está llegando a las 2’000.000 de toneladas, comparadas con 1’000.000 de 2017.
En el año 2018, bajo el liderazgo directo de la CNP, trece empresas productoras de harina de pescado y armadores pesque-ros, tres fábricas de alimento balanceado y dos comercializadores empezaron el FIP para pequeños pelágicos con el objetivo de obtener la certificación Marin Trust para la harina y aceite de pescado, materia prima que forma parte de la cadena productiva del camarón ecuatoriano.
El proceso, que actualmente cuenta con la participación de 22 empresas, está teniendo reconocido éxito, pues ya se han logrado importantes logros para algunas especies pelágicas que han salido del estado de sobrepesca y sobreexplotación, además de notables avances en investigación y manejo.
Hoy la CNP bajo el liderazgo de nueve empresas procesadoras afiliadas nuevamente empieza un FIP para el camarón pomada (titi) que capturan 40 barcos nacionales.
Al contrario de lo que algunos pensaban, la tendencia hacia las certificaciones crece y se expande hacia otras áreas como las laborales y sociales, y pronto pasarán a ser de elemento diferenciador a requisito indispensable para poder colocar nuestros productos pesqueros en los mercados más exigentes.
La CNP seguirá trabajando junto a sus empresas socias y aliados estratégicos por una pesca responsable con la visión de posicionar al Ecuador como líder mundial en productos pesqueros y acuícolas sostenibles certificados, una meta que además fortalecerá el desarrollo económico del país y garantizará el acceso a los mercados más exigentes del mundo.