La asunción al poder en un nuevo periodo del presidente Donald Trump sabíamos que traería nuevos tiempos; sin embargo, bajo la implantación de este nuevo modelo algunos no imaginábamos la dimensión que las distintas decisiones, sobre todo en el ámbito comercial, conllevaría.
Las primeras órdenes ejecutivas que establecieron nuevos aranceles a todos los países con los que los Estados Unidos comercia pusieron al mundo “patas arriba”. En el Ecuador, que viene desde hace algún tiempo persiguiendo rebajas o excepciones arancelarias a través de algún tipo de acuerdo comercial o mecanismo similar para el acceso de sus principales productos, nos topamos ahora con que tenemos un 10 % de recargo a las altas tasas arancelarias que llegan hasta el 35 % en el caso del atún.
Si bien a primera vista, comparativamente con nuestros competidores, (Tailandia 36 %, Vietnam 46 %) estaríamos saliendo bien librados, el tema no es tan simple, pues el encarecimiento de este y otros productos puede desincentivar su consumo, llevando a los consumidores a elegir proteínas más baratas.
Por otro lado, la tormenta desatada que ocasiona una variabilidad casi diaria de las reformas a las decisiones ejecutivas que se vienen dando, impiden planificar o adoptar cualquier estrategia comercial, por lo que resulta imperativo que el Gobierno nacional priorice y profundice el acercamiento a los Estados Unidos.
Esperamos que esta guerra comercial afecte lo menos posible el tan esperado objetivo de lograr para los productos ecuatorianos y, en especial para el atún, un acceso al mercado americano, pues por increíble que parezca, seguimos siendo el único país del continente en la costa del Pacífico sin un tratado comercial.
Ya con la tranquilidad de tener un presidente, Daniel Noboa reelecto de manera clara y contundente, y unas relaciones diplomáticas en su mejor momento, esperamos pronto concretar el tan anhelado acceso de nuestros principales productos al mercado americano, en especial el atún en conservas.